Los resultados de investigaciones recientes sugieren que un ambiente familiar adverso puede representar una condición de riesgo para el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria. Se ha reportado que el abuso sexual sufrido en la infancia está relacionado con la presencia de un trastorno alimentario en la adolescencia. Hay que tener en cuenta que un ambiente familiar disfuncional puede caracterizarse, además del abuso sexual, por el abuso físico ejercido por uno de los miembros hacia los demás, el cual se observa con mucha frecuencia tanto en pacientes con bulimia nerviosa como en aquellas que padecen anorexia nerviosa.
Otros investigadores han encontrado que las pacientes con anorexia nerviosa suelen percibir que la comunicación que tienen con sus madres está alterada, incrementando la posibilidad de que existan conflictos en la relación madre-hija. También es bien sabido que el nivel de funcionamiento que tienen ambos padres está relacionado con el hecho de que una de las hijas presente un trastorno alimentario. Algunos investigadores han encontrado que los padres parecen ser más inadecuados en su papel parental cuando el grado de satisfacción en su relación conyugal es pobre. Es muy frecuente que uno de los padres involucre a los hijos en los conflictos conyugales o bien que limite su autonomía (sobreprotección), lo cual puede llevar a que las hijas expresen, a través sus conductas alimentarias, conflictos que no se expresan por otras vías (hay que considerar que la inanición por si sola es una forma de agresión la cual genera altos niveles de ansiedad en los miembros de una familia).
Estos hallazgos resaltan la importancia de que el psiquiatra evalúe y brinde tratamiento a toda la familia en vez de enfocarse únicamente en la paciente que es llevada a consulta.